Emigraste
de mí, cuando te dije que mi luna no estaba llena ni lo estará, que en mi
vientre tengo la fuerza del Pacífico, y un llanto de tambores golpeados por
manos callosas y negras.
Y
lloraste insultos y maldiciones, al escuchar de mi garganta, que aunque soy
mujer no estoy hecha para parir, mentiras, sumisiones o hijos, pues me muevo
con el croar de las ranas que descienden de mis crespos y salvajes cabellos
copulares.
Porque
en el libraco de mi vida no está escrito esperar la muerte, sobria, bajo tus
alas de pseudo-cóndor patriota, porque yo no tengo patria, porque mi patria es
el canto primero de mis ancestros, en la isla de mi apellido materno.
Y
corriste alrededor de mi cuello y me llamaste puta, y yo te respondí con el
silencio, pues eso es lo que tengo, y te repetí, a pesar de que la asfixia me
carcomía como hiena, que aunque soy mujer no estoy hecha para parir,
aunque
soy mujer no estoy hecha…
aunque
soy mujer no estoy…
aunque
soy mujer…
aunque
soy…
aunque… y me desvanecí.
Texto: Yuliana Ortiz Ruano.
Foto: Lightoff
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