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lunes, 28 de septiembre de 2015

PRIMERA CÁRCEL

Radiografía de hogar

Camino desde mi casa a la FOCH. En la esquina, antes de llegar a mi trabajo, se empieza a acumular la peste a basuco y el sonido del reggaetón saliendo del Twist, la discoteca de donde emergen almas bélicas a desollarse con botellas de pilsener a las 2:00 am. Dentro del bar es diferente, mis jefes son suizos y éste está ambientado para el chillout. Nos tienen prohibido atender a borrachos. Obedecemos, les echamos contra su voluntad. Algunos se enojan demasiado y gritan. S es pequeño. Le dice con toda la amabilidad que ensambla a un quiteño con miedo, que tiene que irse porque no podemos atenderlo. El tipo le grita y se le escapan gotas de saliva y cerveza. Veo el trayecto de las gotas: unas al labio inferior de S y otra directo a su nariz. S limpia los proyectiles líquidos del borracho con disimulo. S suda y tiembla un poco. Me acerco y con toda la falta de paciencia que me caracteriza  le digo: oye brother si no te das cuenta somos simples trabajadores, recibimos órdenes, debes largarte ahora o te saco a la fuerza. El tipo asiente sin mirarme demasiado y se marcha. S sonríe yo sonrío, limpio la mesa y seguimos.

Cuando atiendo todas las mesas, salgo a fumar un cigarrillo. Sabemos quiénes son los que roban. Quienes serán los robados. Sabemos quiénes son las que sangran. Los que con la esperanza de un buen polvo se dejan sacar los pocos dólares de la tarjeta de débito. Sabemos quiénes son los que quieren “visa para un sueño”, entonces se la pasan saliendo con innumerables extranjeros a ver quién finalmente será el amor de su vida (cámbiese la d por s).

A veces duele que la mayoría de basuqueros de la zona y ladroncillos de la misma sean negros, todos negros ¿Por qué? Pero duele también que seas negra y te miren con cara de asco cuando te preguntan si eres cubana, y duele más cuando dices que no y regresa al rostro de las personas la amabilidad quiteña, por que qué amables son.



En la casa donde vivo se quedan muchos viajeros. Una vez vino una danesa de casi dos metros de altura, que hablaba muy poco español. Estaba muy triste. Tenía que volver a su país. Pero antes iría a Tulcán a visitar a su novio colombiano, preso por tráfico de drogas. ¿Lo amas? Le pregunté. Sí, respondió ipso facto y los ojos le brillaron tanto que tuve que dejar de mirarla. ¿No tienes miedo? Le pregunté de nuevo. No, me respondió, lo amo y volveré por él, es bueno, además me debe dinero con eso podemos vivir en paz acá.
La chica con la que comparto la casa es una de las personas menos contaminadas que conozco. No bebe, no se droga, no tiene sexo… nunca… ni una sola vez. Dice que prefiere estar tranquila y esperar algo bueno en su vida que entregarse así por así. La admiro mucho, pero le temo. ¿Cómo disminuye entonces sus niveles de violencia?



M mi hermana menor se mudó a vivir conmigo. Madre le hizo un test antidoping sin que ella se diera cuenta. M había huido de casa. Al retorno, mi madre le hizo los exámenes y dieron positivo. A veces quisiera que esto que escribo fuese ficción, y reírme desde fuera, pero recuerdo que es entretenido y que me sirve en el futuro y no sé qué pensar. Me he convertido en una criatura morbosa.

Madre sigue sosteniendo que hubiese sido mejor tener hijos varones. Porque los varones hacen caso a sus madres. Ella dice también que todas las maldiciones que mi padre echó sobre nosotras cuando se fue de la casa se convirtieron en realidad. Siente que nuestro comportamiento es un castigo divino, por ello y desde que dejé la carrera se ha convertido a la religión. Madre tiene la maldición de dos hijas inclinadas al arte y por ende a morirse de hambre (eso es lo que ella dice/cree). Mis tías tienen tanto miedo y profesan mi caída que no paran de enviarnos mensajes y bendiciones en Facebook, pero nunca nos llaman, asumo que las bendiciones por redes sociales son más factibles y llegan mucho más rápido.

M es buena, pero cree que nadie la quiere. Tiene la cabeza sobre la luna. Es hermoso verla descabezada por toda la casa, perdiendo el tiempo. Empezará a estudiar teatro en enero. Por mi parte me siento orgullosa de M, al menos ella puede tomar decisiones abruptas e intentar cambiar su vida. A su edad, yo era un marasmo de miedos. No podía dar un salto sin esconderme y sin pedir permiso a todo lo que se movía  alrededor de mí. Pero como todo se acaba, así se acabó mi paciencia y empecé a abandonarme.

El vientre de mi madre engendra locura, deserción, ella lo dijo como un comentario gracioso la última vez que la visité. Mi hermana de 13 años se la pasa escuchando metal, alimentando ratas y leyendo sobre reptiles. Ama los reptiles, y mamá sigue preguntándose qué hizo mal.

El año pasado tuve un novio médico, mi madre a las dos semanas quería empezar a preparar la boda. Entonces me encargué de terminarlo y tomar la decisión, (más por mi salud mental que otra cosa) de empezar a ocultar mis relaciones.


No quiero ser madre, todo el que me conoce lo sabe. No quiero reflejar mis sueños frustrados sobre alguien que no escogió nacer. Que no tiene idea aún de cuál será el curso de su vida. No quiero sentirme decepcionada por un ser que a pesar de todo lucha por ser autosuficiente, simplemente porque no es lo que yo soñé y ayudé a cultivar con tanta pasión. Las familias son las primeras cárceles.




Pinturas: Nicholas Kalmakoff.
Texto: Yuliana Ortiz Ruano.