En la poesía no hay final feliz.
Los poetas acaban
viviendo su locura
y son descuartizados como reses
(ocurrió con Darío)
O bien los apedrean y terminan
arrojándose al mar o con cristales
de cianuro en la boca
o muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.
O lo que es peor: poetas oficiales,
amargos pobladores de un sarcófago
llamado OBRAS COMPLETAS.
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